Autor: Sebastián Murillo

Publicamos el artículo de Sebastian Murillo acerca de la antinomia del realismo de Hilary Putnam en dos partes. Esta es la primera, pronto publicaremos la segunda parte que completa su trabajo.

Introducción

 

Fotografía de Hilary Putnam

En la búsqueda de un proyecto teórico capaz de hacerle justicia a varias de las intuiciones del realismo del sentido común[1] que, entre otras cosas, resulte compatible con lo que a veces se ha denominado “nuestra visión científica del mundo”[2], Hilary Putnam en su ensayo “ La Antinomia del Realismo se propone[3] dejar señalado el camino (mediante una explicitación de algunos de las cuestiones subyacentes a tal problemática) hacia un punto de vista[4] que nos permita acoger algunos de los elementos infaltables de la visión clásica del realismo del sentido común (que de modo opuesto a las perspectivas idealistas asume al mundo como siendo independiente de nuestras representaciones) sin que, a su vez, nos obligue a suscribir ingenuos compromisos con elementos propios del realismo metafísico[5] clásico. El presente texto tiene por objeto hacer una sucinta reconstrucción del texto de Putnam que permita identificar ciertos elementos de las discusiones metafísicas y epistemológicas a las que alude el autor en la indagación de lo que éste (siguiendo a James) denominó un “realismo natural”. Para estos propósitos, se seguirá muy de cerca el orden argumentativo que exhibe Putnam en su artículo mientras se intenta plantear un muy sucinto análisis de algunos de los aspectos del  texto que no resulten en principio evidentes.

 

Algunos antecedentes históricos

 

Parte de los problemas que enfrenta incesantemente la filosofía, nos recuerda Putnam, tiene que ver con el olvido de muchos de los elementos que desde una nueva perspectiva parecen haber sido infaltables en la construcción de teorías filosóficas previas. Parte de las dificultades que enfrenta la nueva filosofía tiene que ver con el rechazo o la omisión de muchas de las ideas que sobreabundaron en algunas perspectivas filosóficas anteriores. No obstante, el intento por revivir maneras de pensar propias de perspectivas teóricas alejadas de nosotros en el tiempo, afirma el norteamericano, parece constituir una empresa no solo carente de sentido sino también una suerte de ideal imposible de alcanzar. Por este motivo, advierte, es preciso ocuparse de las implicaciones que “una comprensión del fenómeno del recoil puede manifestar a la luz de un examen de las cuestiones metafísicas del realismo” (cf. Putnam 48).

Algunos de quienes procuraron separarse del realismo metafísico clásico se vieron obligados a abrazar diversas y extravagantes posturas de carácter ontológico: desde el irrealismo de Nelson Goodman hasta el antirrealismo formulado por Michael Dummett. Sin embargo, afirma Putnam, en la medida en que algunos filósofos llegaron a pensar que tales perspectivas podían implicar, en uno u otro sentido, la pérdida de contacto con la realidad, han adquirido fuertes compromisos con nociones tan absurdas e ininteligibles como la de una “Identidad en todos los mundos posibles” o “Nociones absolutas del mundo”. Por este motivo, nos sugiere el autor, debemos volvernos nuevamente sobre el asunto central del realismo en razón de alcanzar una perspectiva que haga justicia a la idea del sentido común según la cual nuestras afirmaciones epistémicas responden por la realidad, sin que nos encontremos por ello comprometidos a suscribir enormes y enrevesadas fantasías metafísicas(cf. Putnam 48). Así pues , la presente propuesta de Putnam, insistamos, se perfila como un intento por concebir la posibilidad de una perspectiva teórica que resulte capaz de “rescatar algo del espíritu de la defensa aristotélica del mundo del sentido común, contra los excesos tanto de los metafísicos como de los sofistas, sin por ello comprometernos con una variante del esencialismo metafísico que Aristóteles habría presentado” (Cf. Putnam 49). Es decir, lo que busca Putnam , tal como él mismo lo afirma ,es la adquisición (propugnada por la razón) de un camino intermedio entre la metafísica fantasiosa y el “relativismo irresponsable” (cf. Putnam 49).

 

Sobre “Los supuestos del realismo tradicional”

 

Putnam, según él mismo lo reconoce, parece estar de acuerdo con la idea del realista tradicional según la cual “el mundo es como es independientemente de los intereses de quienes lo describen” (cf. Putnam 51). En efecto, si bien es cierto que nuestro autor rechaza enfáticamente la idea de que el mundo sea un mero producto de nuestras mentes (propio de toda clase de antirrealismos), tampoco se siente muy conforme con aceptar acríticamente la posición tradicional del realista, puesto que, nos advierte, esta última parece entrañar una suerte de “fantasía metafísica” .Dicha fantasía metafísica, afirma el autor, consiste al menos en parte, en aceptar la idea de que existe una totalidad fija de “ formas” “ universales” o “propiedades” y que todo significado de una palabra se corresponde, en algún sentido por especificar, con aquellas estáticas e inmutables propiedades . De este modo, advierte Putnam, si aceptamos (con aquella visión) que la realidad se encuentra configurada en términos de aquellas clases o universales, entonces la estructura de todos los pensamientos posibles parece resultar determinada o determinable exhaustivamente, de antemano y de manera definitiva.

Ahora bien, para nuestro autor, parte del problema que presenta esta visión metafísica tradicional tiene que ver, entre otras cosas, con una suerte de ingenuidad respecto a lo que constituye el significado de los términos. Se ha tendido a pensar, nos recuerda el estadounidense, que el significado es una propiedad que comparten (o que deben compartir) todas aquellas cosas que son denotadas con la misma palabra, es decir, uno de los factores que ha operado como promotor de aquel  relato metafísico resultó ser, en gran medida, un prejuicioso apego a diferentes propuestas esencialistas del lenguaje. Sin embargo, enfatiza Putnam, resulta enteramente concebible (como bien señaló Wittgenstein) el hecho de que los seres humanos puedan ser competentes usuarios del lenguaje al margen de la postulación de la existencia de una propiedad que sea común a todas las cosas (y sólo a estas) a las cuales un término general[6] se aplica correctamente.

Otro aspecto problemático de aquel realismo tradicional, insiste el autor, es la suposición de que existe una totalidad definida de objetos que pueden ser clasificados con ayuda de las ya mencionadas propiedades. Si bien es cierto, advierte Putnam,, que nuestras afirmaciones epistémicas responden( o que idealmente deben hacerlo) por una realidad que es independiente del hablante, ello no implica ni que la forma de todas las afirmaciones epistémicas, ni que los modos en los cuales ellas responden por la realidad se encuentren fijados de antemano y definitivamente como parece asumirlo aquel realista tradicional .Las formulaciones típicas del realismo clásico parecen comprometerse con la idea de que tiene sentido hablar de una totalidad de los objetos a los que nuestros enunciados o proposiciones pueden referirse. Sin embargo, opina el estadounidense, existen ciertas clases de objetos cuyas condiciones de individuación, de entrada, resultan no ser canónicamente determinables[7], por lo que, según advierte, puede haber cierta magnitud de “casos grises” en los que no parecería del todo adecuado utilizar de la misma manera aquellas condiciones de identidad y diferencia que solemos utilizar cuando pensamos y nos referimos a objetos materiales- tridimensionales. En efecto, gran cantidad de filósofos, nos recuerda Putnam, suelen verse propendidos a suscribir la idea de que “todos los objetos científicamente importantes pueden ser identificados , en última instancia, con partículas(cf. Putnam 54).No obstante, a la luz de aquellas afirmaciones tales personajes olvidan que “las partículas de la física no son pequeñas bolas de billar (pues no parecen tener números definidos en la mayoría de sus estados) y, en consecuencia, pasan por alto el hecho de que una extensión más de la noción de «objeto » ha tenido lugar dentro de la física misma; en efecto, la extensión más radical hasta ahora”. (Putnam 54).

El asunto con esto último es que la mecánica cuántica, dice Putnam, “es un ejemplo maravilloso de cómo, con el desarrollo del conocimiento, nuestra idea de lo que cuenta siquiera como una posible afirmación epistémica, nuestra idea de lo que cuenta como un posible objeto, nuestra idea de lo que cuenta como una propiedad posible, están todas sujetas a cambios”. (cf. Putnam 54). . El realista clásico, argumenta  el filósofo, supone tanto que los términos generales o expresiones conceptuales guardan (o deben guardar) una correspondencia biunívoca con las diversas propiedades de los objetos (propiedades y objetos que, según esta postura, resultan fijados de una vez y para siempre), como que las afirmaciones epistémicas son simplemente acerca de la distribución de estas «propiedades» sobre aquellos “objetos”. (cf. Putnam 54). Si bien el realista clásico “tiene razón al insistir sobre el carácter independiente de la realidad y nuestra responsabilidad cognitiva por hacer justicia a todo aquello que describamos”, se equivoca al asumir una realidad que determina exhaustivamente el conjunto de las descripciones posibles de una vez y para siempre (cf. Putnam 54). En efecto, a costa de conservar aquellas profundas intuiciones del sentido común, el realista clásico se aleja de la idea ,correcta para Putnam, de que la «descripción» nunca es una mera copia y de que estamos constantemente añadiendo elementos a los modos en los que el lenguaje puede responder por la realidad (cf. Putnam 54).

La intuición de que nuestras palabras y nuestra vida, concluye en la sección, se encuentran limitadas por una realidad que no parece ser producto nuestro, juega un importante papel en nuestras vidas y debe ser respetada. No obstante, asumir que el término «realidad» debe referir «a una única súpercosa», en vez de poner atención a las maneras en las cuales renegociamos incesantemente nuestra noción de realidad a medida que nuestro lenguaje y nuestra vida se desenvuelven, constituye un asunto tanto teóricamente equivoco como pragmáticamente insostenible[8] (cf. Putnam 56).


Continuará...



[1] Me refiero a que, tal como se plantea en la introducción, aquel «realismo científico» al hacer de los objetos del sentido común meras ejemplificaciones de apariencias, meras proyecciones subjetivas, termina transformándose en el «enemigo » del realismo del sentido común, pues en lugar de protegerlo contra las temidas amenazas «idealistas» que se siguen de la tradición moderna también él lo conduce finalmente a la «pérdida del mundo (cotidiano)» cf. 23

 

[2] Es decir a la imagen científica determinada por la matematización de la física

 

[3]  En palabras de Putnam. “lo que quiero ahora, en esta primer conferencia es tratar de destacar lo que considero son los problemas mismos

[4] O como lo formula Putnam La búsqueda de un camino intermedio entre la metafísica reaccionaria y el relativismo irresponsable CF Putnam 49

 

[5] Como la idea, seguramente inspirada por aquella distinción moderna entre cualidades primarias y secundarias, según la cual lo que verdaderamente existe son los objetos científicos postulados por las teorías fisico-matemáticas.

[6] Es decir, un predicado nádico como Rojo, perro, más entusiasta que, etc.

[7] Me refiero a que existen, según Putnam, algunas clases de objetos, como los procesos y algunos elementos cuánticos, cuyas condiciones de individuación se separan sustancialmente de aquellas propias de la mayoría de objetos de nuestra cotidianidad

[8] Me refiero a que el desarrollo mismo de la ciencia, como lo sugiere Putnam, tiene a la base la idea de que el concepto de realidad puede y debe ser renegociado.